El atributo que distingue a los datos georreferenciados, lo que los hace merecer ese nombre, es que representan ubicaciones exactas sobre la superficie de la Tierra. Representar en forma precisa una posición sobre la superficie terrestre es un todo un reto. Para empezar, la Tierra tiene una forma irregular. A pesar de cómo solemos imaginarla y dibujarla, no es una esfera perfecta sino que está “achatada” en los polos, dificultando la matemática necesaria para comparar posiciones y medir distancias. Luego, está el problema de cómo mostrar sobre papel impreso, o en una pantalla digital, -superficies planas- rasgos geográficos que pertenecen a una superficie tridimensional esférica. La solución a estos problemas toma la forma de sistemas de coordenadas de referencia (CRS por sus siglas en inglés), y de proyecciones cartográficas.
Los CRS son un sistema de números que definen ubicaciones sobre la superficie de la Tierra; funcionan como direcciones. El tipo de CRS más conocido es el que usa latitud y longitud, para definir posiciones en los ejes norte-sur y este-oeste.
Las proyecciones cartográficas son instrucciones para traducir a un plano la disposición de puntos ubicados en la esfera terrestre. Algo así como las instrucciones para dibujar en dos dimensiones las disposición de fronteras, accidentes geográficos, calles o cualquier otro objeto que se extiende sobre la superficie curva del planeta. Como en toda traducción, hay algo que se pierde en el proceso. Todo los mapas “mienten”, en el sentido en que presentan una versión distorsionada de la superficie de terrestre. Esto es inevitable; no existe forma de pasar de la esfera al plano sin distorsionar la forma, la superficie, la distancia o la dirección de los rasgo geográficos. Existen muchísimas proyecciones distintas, cada una pensada para minimizar alguno de los tipos de distorsión, o para encontrar una solución de compromiso que los balancee.
La proyección más famosa es la Mercator, diseñada para asistir la navegación marítima y en uso desde el siglo XVI. Su fuerte es que no distorsiona las direcciones, por lo que permite fijar el rumbo de navegación consultando el mapa. Su principal problema es que produce una distorsión notable en las áreas cercanas a los polos: Groenlandia aparenta el mismo tamaño que toda África, cuando en realidad tiene sólo un quinceavo de su superficie. Por esa razón perdió la proyección popularidad en el siglo XX cuando comenzaron a preferirse proyecciones que respetan las áreas, como las de la Figura 6.1. Sin embargo, en el siglo XXI la proyección Mercator recuperó protagonismo. Google la eligió para sus mapas en línea, y por razones de compatibilidad otros proveedores de mapas digitales la adoptaron también. Así, y para inconsolable irritación de los geógrafos, Mercator se convirtió en el estándar de facto para aplicaciones geográficas en la web.
En la práctica, si trabajamos en forma frecuente con archivos georreferenciados vamos a sufrir tarde o temprano de problemas de coordenadas o proyección. El más común de ellos: tener una fuentes de datos geográficos que no podemos comparar con otras, porque desconocemos el sistema de coordenadas que se usó para crearla; es decir, no podemos saber a que posición sobre el planeta corresponde cada observación en los datos.